jueves, 31 de marzo de 2011

Viernes III Cuaresma

El mandamiento del amor tiene dos partes: amar a Dios y amar al prójimo. Santa Catalina de Siena, refiriéndose a la promesa del Señor de que “donde hay dos o más reunidos en su nombre que Él estará con ellos”. Entiende que los dos están en disposición de guardar el primer y principal mandamiento, cuando es así, podemos decir que estamos reunidos en su nombre. Si falta la caridad ninguna multitud, por grande que sea, es capaz de hacer presente al Señor. Pero donde hay amor Dios está presente.

Recordemos también a 1Jn 4,20 “si no amas al prójimo a quien ves como puedes amar a Dios a Quien no ves” y también dirá “quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano, miente” 

El tiempo cuaresmal nos invita a hacernos preguntas verdaderas. Y desde ellas cambiar el interior. Eso supone tomarse en serio la propia vida espiritual; dejar de verla como algo secundario y afrontarla en serio. Así lo hace el escriba. Su pregunta, traducida a nosotros, dice: ¿qué es lo más importante de mi vida? ¿Dónde debe estar el centro de todo lo que haga?  ¿Qué es lo que no debe faltarme?

Puestos delante del Señor tenemos que preguntar aquello que ya sabemos. El escriba conocía ya la respuesta del Señor. Pero necesitó confirmar ante el mismo Hijo de Dios lo que ya sabía.

Sobre la confesión

El Papa pide que dediquen más tiempo a confesar

El crucifijo, expresión de la identidad cultural y religiosa

Presentamos la declaración del director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sobre la sentencia de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.

"La sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la exposición obligatoria del crucifijo en las aulas de las escuelas públicas italianas se ha recibido con satisfacción por parte de la Santa Sede

  "Se trata de una sentencia histórica, como demuestra el resultado al que ha llegado la Gran Sala al final de un examen profundo sobre la cuestión. De hecho, ha rebatido desde todos los puntos de vista una sentencia de primera instancia, adoptada por unanimidad por una Cámara del Tribunal, que suscitó no sólo el recurso del Estado Italiano, sino también el apoyo de numerosos Estados europeos, como nunca antes había sucedido, y la adhesión de muchas organizaciones no gubernamentales, expresión de un amplio sentimiento de la población.

  "Se reconoce, por tanto, a un nivel jurídico sumamente autorizado e internacional que la cultura de los derechos del hombre no debe ponerse en contraposición con los fundamentos religiosos de la civilización europea, a los que el cristianismo ha dado una contribución esencial. Se reconoce, además, según el principio de subsidiariedad, que es un deber garantizar a cada país un margen de aprecio del valor de los símbolos religiosos en la propia historia cultural y en la identidad nacional y del lugar de su exposición (como ha sido confirmado en estos días también por sentencias de tribunales supremos de algunos países europeos). En caso contrario, en nombre de la libertad religiosa, se tendería paradójicamente a limitar o incluso a negar esta libertad para excluir de la vida pública toda manifestación. De este modo, se violaría la misma libertad, obscureciendo las identidades específicas y legítimas. El Tribunal sentencia, por tanto, que la exposición del crucifijo no es adoctrinamiento, sino expresión de la identidad cultural y religiosa de los países de tradición cristiana.

  "La nueva sentencia de la Gran Sala es bien acogida también porque contribuye eficazmente a restablecer la confianza en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por parte de una gran parte de europeos, convencidos y conscientes del papel determinante de los valores cristianos en su propia historia, pero también en la edificación de la unidad europea y en su cultura de derecho y de libertad".

Presentamaos la declaración del director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el 19 de marzo por la tarde sobre, la sentencia de la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Martes III Cuaresma

Pena y Culpa

Perdonar significa liberar a otro de la culpa y, a veces, preferimos mantenerlo en ella. Pero la culpa destruye al hombre. Otra cosa es la pena. Las personas, cuando hacemos mal las cosas, deseamos pagar por ello. Porque nos sabemos culpables queremos ser castigados para pagar así nuestra culpa. Son dos cosas distintas, aunque íntimamente unidas.

Dios perdona sin medida. Por su infinita misericordia perdona todos los pecados a quien se arrepiente. Así nos libera del peso de la culpa. También, a veces, si nuestro arrepentimiento es muy grande, nos libera de las penas que mereceríamos por nuestros pecados. Así de bueno es Dios.

El perdón que Dios nos da es consecuencia de su misericordia. Por su amor infinito desde el mismo momento en que nosotros pecamos ya está buscando la manera de perdonarnos. En su corazón ya hemos sido perdonados, pero para recibirlo es necesario que seamos capaces de acogerlo. Hay que pedir perdón.

domingo, 27 de marzo de 2011

III Domingo de Cuaresma

Querida Samaritana, que recibiste del agua que brota para la vida eterna, debió de ser un tanto sorprendente ver como se cambiaban los papeles, de decirle al Señor “que agua me vas a dar si no tienes cubo para sacarla”, a encontrarte ante quien a ti te pedía, pidiéndole para dejar de tener sed.

Un momento con Jesús siempre es una gracia, todos nosotros podemos encontrarnos con Cristo, pero eso no nos convierte directamente en seguidores suyos, necesita de un proceso tranquilo y confiado, porque siempre encontramos en el camino cosas que nos distorsionan la percepción, apartándonos del camino, es el tributo a la condición humana.

Necesitamos dar el paso a la transformación, a la oración, a la confesión que nos libre de esa carga que nos hace sentirnos más débiles, tristes y desafortunados, dejándonos sedientos de felicidad y de amor para poder disfrutar de esa agua viva que brota para la vida eterna.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Miércoles II Cuaresma

Podríamos pensar que desconsiderados son la madre y sus hijos los Zebedeos; el Señor acaba de decir que será entregado, azotado y crucificado y ellos igual que nosotros XXI siglos después pensando en otra cosa, el éxito, el dinero, el poder y un largo etcétera, podríamos decir que solo son dos, pero es que los otros diez no estaban indignados porque les pareciera que no era oportuno el momento, después de lo que acababa de decir, su indignación era porque tenían miedo de que les quitaran el sitio.

El pobre Señor me imagino que antes de reunirlos para decirles que: “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea  vuestro servidor”, sentiría algo así como cuando tu estás abriendo tu corazón a alguien y te dice, vale ya me lo contarás que tengo cosas más importantes que hacer, como ver la televisión, hacer crucigramas o cosas por el estilo, tampoco es para ponerse así, solo está diciendo que a venido a dar su vida en rescate por nuestros pecados, que sufrirá y lo matarán colgándolo de la cruz, y todo eso por mi, “que tengo cosas más importantes que hacer”, en estos momentos solo me viene a la cabeza el Sal 103, 10:  “[El Señor] no nos trata como merecen nuestros pecados”.

¿Todavía sigues pensando que no necesitas conversión?

martes, 22 de marzo de 2011

Martes II Cuaresma

El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

Tal y como se lee, parece que habla de la humillación voluntaria, la de la renuncia a tener la razón parra evitar conflictos, la de dar el brazo a torcer y reconocernos infalibles y cosas por el estilo.

Es que a veces, da la impresión de que tenemos que ir dándole las gracias a los que nos humillan, porque nos hacen más fácil el camino del cielo, pues bueno, gracias, pero no os esforcéis tanto que hay más gente en el mundo, no es por nada pero también dice: “Lavaos, purificaos, apartad de mí vista vuestras malas acciones: dejad de obrar mal, aprended a obrar bien, buscad la justicia, defended al oprimido. Entonces, venid y litigaremos- dice el Señor”.

Ojalá pusiéramos el mismo empeño en hacer el bien, lo difícil es que para hacer el bien hay que estar cerca del que es el mismo Bien, entonces nos daremos cuenta de lo preciosa que es nuestra vida y querremos disfrutarla, saborearla y compartirla, descubriendo lo que perdemos cuando nos alejamos de nuestra propia vida para vivir la de los demás, vive tu vida y disfrutala.