viernes, 27 de mayo de 2011

Si me amarais

"Si me amarais guardaríais mis mandamientos... "Palabras son estas del Señor que, como un hachazo, caen sobre la espiritualidad de sentimentalismos. Un amor hecho de obras quiere el Señor. Nada tan lógico.

Nos decía D. Gaspar: Obras son amores y no buenas razones, dice nuestro refranero. Alguno dirá: "ya estamos con los mandamientos; eso es una imposición; amar es lo que importa". Hablar así es desenfocar el tema. Dios, creador del hombre y del mundo, tiene como proyecto su gloria y la felicidad del hombre. Para ello pone leyes en la naturaleza y mandatos para el hombre, en orden a que todo discurra bien; su voluntad -mandatos- no emanan de otra fuente que la del amor y sabiduría infinitas. No es molesto el mandato de Dios, lo verdaderamente molesto es la trasgresión del mismo. Más que molesta, esa desobediencia, es ruinosa para el hombre y la sociedad. Imaginad una sociedad donde se observaran perfectamente y por todos, los mandamientos de Dios. ¿No sería una sociedad ideal? Nadie haría mal a otro, se amarían como hermanos, nadie robaría, ni mataría, ni quitaría la fama, ni el dinero, ni la mujer de otro. No habría egoísta ambición de poder y tener; ni trato injusto a nadie... Quedarían en paro forzoso todos los policías. Lo verdaderamente molesto, dañoso y que hace derramar tantas lágrimas a la humanidad es lo contrario: el egoísmo, la ambición, el afán injusto de riquezas y de placer, el odio, etc. Es decir, el no cumplimiento de la ley de Dios. ¿Que esto es una utopía? Pues sí, la utopía que el amor y sabiduría infinitos de Dios han señalado para sus hijos los hombres. Merecería la pena intentado.

viernes, 20 de mayo de 2011

Quien me ha visto a mi, ha visto al Padre

San Juan 14,1-12

El problema de la historia de la humanidad no es que el hombre no creyera en Dios, el problema era no saber como era Dios, de este pequeño detalle se dio cuenta el Padre y mando a su Hijo para dárnoslo a conocer.

Por eso dice quien me ha visto a mi ha visto al Padre, porque el Padre y yo somos uno, o sea, que es lo mismo verlo a Él que si viéramos al Padre, pero al Padre nadie lo ha visto, aunque si lo hemos visto, porque lo hemos visto a Él.

Quizás si en vez de decir Jesús es Dios, dijéramos, Dios es Jesús, nos resultaría más fácil entenderlo, porque Jesús es el rostro en el que podemos ver a un Dios, amoroso, compasivo, que no puede vivir sin nosotros, que le faltamos nosotros para ser feliz. ¿Le ayudamos o lo dejamos solo esperando eternamente?, tu decides, aunque ya sabes que no decidir también es una opción, perdón una elección..

lunes, 9 de mayo de 2011

Ser cristiano no es solo un premio de vida eterna

El otro día en una conversación me dijeron que la farsa del cristianismo es prometer una cosa que será después de la muerte para tranquilizar al hombre con una mentira que le hace sentirse bien.

Jesús dice que la voluntad del Padre es que todo el que cree en el Hijo tenga vida eterna. Si esa vida eterna fuera algo sólo posible después de la muerte no tendría sentido un sacramento como el de la Eucaristía. Tampoco el bautismo.

Los que que quieren ser bautizados, piden ser iniciados en la fe. En el ritual se les pregunta: ¿Qué pides a la Iglesia? Y ellos responden: la fe. Después, continúa el interrogatorio, se les dice: ¿Qué te da la fe?, y contestan: la vida eterna.

Esa vida eterna, que piden a la Iglesia, les es infundida ya en el bautismo porque, principalmente consiste en la participación en la vida del que es Eterno, que es Jesucristo. Esa eternidad se nos da ya ahora. Seguirá después de la muerte y de otra manera, pero ya ahora participamos en ella.

Una de las características del cristianismo es la profunda coherencia de su doctrina. Tanto que todo el edificio del dogma está interrelacionado con tal armonía que es de una considerable belleza. Por eso no entiendo a quienes toman una parte o  asumen la casi totalidad pero suprimen lo que no les gustan. Todo el catolicismo es armónico y por eso necesita del equilibrio, solo desde esa perspectiva global encajan las piezas.

Dentro de esa coherencia, si en la comunión recibimos verdaderamente a Jesucristo, entonces la vida que Él nos comunica es la suya, no otra porque lo recibimos a Él. Y Él es eterno porque es Dios. Por tanto, en la comunión se nos comunica la eternidad del que es Eterno.

Ciertamente ahora no la gozamos en toda su plenitud, pero ya nos es comunicada. Por eso decimos que nos da gracia o que la Trinidad inhabita en el alma del justo. Tampoco tendría sentido afirmar que nos incorporamos a Cristo si no nos unimos vitalmente a Él. La plenitud de esa vida, que se da germinalmente y es susceptible de crecimiento (de ahí la importancia de cultivar la vida interior), se dará con la resurrección de la carne, consecuencia de la resurrección de Jesucristo.

El testimonio de que esto es así lo encontramos en la vida de la Iglesia. Estos días también escuchamos el relato de los Hechos de los Apóstoles. Concretamente ahora estamos leyendo el martirio de Esteban y la persecución sufrida por los primeros cristianos. ¿Si no vivieran de algo más alto podríamos entender su fortaleza y su fecundidad apostólica? La respuesta, sencillamente, es no. Las acciones son consecuencia de la vida, y en el caso de la Iglesia es la de un pueblo unido a su cabeza, Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

sábado, 30 de abril de 2011

Domingo II de Pascua

Hch 2, 42-47, Sal 117, 1 Pedro 1, 3-9, Jn 20, 19-31

Maltrátame que te perdono

Muchos salmos se refieren a la esperanza, o a la alegría, a la confianza en Dios, al abandono en sus manos, el salmo de hoy tiene esta característica: “diga la casa de Israel: eterna es su misericordia”. No hay nada que llene de más esperanza al pecador que saber que la misericordia de Dios es eterna.

Cuidado, lo que está en juego es la vida eterna: “Dios es tan bueno que aunque yo no sea muy bueno, 'como es eterna su misericordia', Él me perdonará y, al final me salvará. Este pensamiento, es muy peligroso, porque aun con apariencia de verdad, lleva dentro un engaño.

Pero independiente de las justificaciones que queramos buscar, hace falta ser un poquito…, (ya se entienden los puntos suspensivos),  para tener tan cerca alguien que nos quiere tanto, que lo podemos pisotear, ofender, despreciar, profanar, por el simple motivo de que nos perdona, entonces pienso yo; ¿si no nos perdonara, lo querríamos más?, amigos como tu no los quiero yo y por desgracias eso mismo lo hacemos con las personas, no hace falta irse muy lejos, mirad como responden los hijos a los padres y nadie los corrige, pobrecito es que sus padres lo quieren mucho y por eso se lo perdonan.

La Misericordia de Dios es eterna para con sus hijos, que somos nosotros, mientras estamos en esta vida. Luego, el juicio tiene que ser, justo, porque si no, aunque parezca una perogrullada, sería “injusto”.

Otra vez más, gracias Señor, porque no nos pagas según nos merecemos.

lunes, 25 de abril de 2011

Martes Octava de Pascua

“¿Por qué lloras?”, dos veces se le pregunta a María Magdalena, preciosa la fortaleza de esta mujer que no se queda en la desolación, en la tristeza, en la desesperanza sino que pone todos los medios para superar ese momento de desconcierto: “dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”. Entonces el Señor le llama por su nombre y María reconoce el Señor resucitado.

Seguro que al igual que la Magdalena nosotros también hemos empezado a poner los medios para salir de nuestros apoltronamientos después de esta cuaresma, comencemos a vivir de cara a Dios, deja de mirarte a ti mismo, olvídate, no te quieras tanto y quiere un poquito más al Señor, el ha resucitado por ti y tu todavía pensando en lo triste que es tu vida, soñando lo que podrías haber hecho si…, etc. Recuerda que una posibilidad no es una realidad, no vivas idealizando tus sueños, porque aunque en tus sueños siempre triunfes no dejan de ser sueños, despierta, resucita, vive la vida, equivócate y se valiente para corregir tus errores, sentirás la alegría y la satisfacción de la superación, no te imaginas lo maravilloso que puede llegar a ser la posibilidad de dirigir tu vida y si dentro de todo eso puedes descubrir que Dios es quien lo ha hecho posible, entonces ni te cuento lo que podrás llegar a hacer con tu vida.

Lunes Octava de Pascua

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“Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais.” Los apóstoles (hombres que habían demostrado su valor abandonando a Cristo en las horas difíciles) se disfrazan para robar cadáveres moviendo una pesada losa, mientras los soldados disfrutaban de un sueñecillo reparador. No sé si la historia tuvo éxito en su tiempo, pero ahora parece que si.

Hoy a muchos les han robado a Cristo, no han conocido nunca y nunca han tratado al Dios encarnado para nuestra salvación, entregado para nuestra justificación, resucitado para nuestra glorificación. Solo conocen un Jesucristo lleno de normas y consejos morales, pero que parece incapaz de pronunciar las primeras palabras que salen de sus labios una vez resucitado: “Alegraos”, “No tengáis miedo”.

Nos roban a Cristo y nos presentan otro cuyo fruto es la rutina, la tristeza, el desencanto, las caras largas, la angustia, la depresión, el desconsuelo. Nos quitan a Jesucristo de la historia para convertirlo en un personaje de cuento.

“No tengáis miedo”, así comenzaba el Papa Juan Pablo II su pontificado. “No tengáis miedo”, así comienza Cristo resucitado a dar sentido a toda la historia de la Salvación. No tengas miedo a decirte en tu interior: “No quiero que nadie me robe la alegría. Me niego a que me cambien la buena noticia que es proclamada por esas santas mujeres, por Pedro –valiente otra vez-, por la Iglesia en toda su historia, ¡hoy!. Renuncio a las falsas imágenes de Dios que me impiden acercarme a la alegría, acercarse a Cristo es acercarse a la alegría auténtica del corazón que ama sin temor, sin miedos.

viernes, 22 de abril de 2011

En la Vigilia Pascual

La cuaresma encuentra su culminación en el Triduo Pascual, en particular en la Vigilia Pascual: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.
Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10).