“¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?” El modo de actuar de Judas, es el de estar arrebatado por sentimientos de envidia y avaricia. Es capaz de entregar a aquel que sólo le ha demostrado amor y compasión, simplemente porque se ha dejado dominar por la codicia. Se ha convertido en esclavo de sus pasiones, dejando a un lado la verdad, para caer en la mentira de lo aparente y superficial… hasta el punto de llevar a su “amigo” a la traición y la muerte.
Teniendo cerrados los oídos y el corazón oía sin escuchar las palabras de Jesús en la Última Cena. Como buen traidor sólo se espabiló su oído cuando oyó las palabras “uno de vosotros me va a entregar.” Lo que no podía esperar era la sencillez de la respuesta de Jesús. Sin gritarle, sin llamar la atención de los que estaban a su alrededor, sin acusarle y denunciarle le dijo al oído, casi en confidencia: “Tú los has dicho.”
Cuántas veces Dios nos trata así. Simplemente nos dice: Mira tu corazón, examina el fondo de tu alma. Tú y yo sabemos muy bien cuáles son las raíces de nuestras traiciones. Pecamos cuando no escuchamos su Palabra, cuando queremos que diga lo que nosotros queremos oír, cuando estamos a su lado pero tenemos el corazón muy lejos de Él, cuando no somos sencillos, humildes y agradecidos.
Judas se ahorcó, Cuando se dio cuenta que perdía a Jesús palpó el frío amor de las treinta monedas, incapaces de hacer arder su corazón como en otro tiempo hacía la palabra del Maestro, se desesperó. Perdió la ilusión cuando una vez acabado su servicio a la traición se dio cuenta de quién era el único que le quería como era, no por lo que hacía o decía, sino por él mismo, con todas sus debilidades.
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