martes, 19 de abril de 2011

Jueves Santo

La Misa del Jueves Santo es una celebración entrañable en la que nos podemos sentir como si fuéramos uno de los apóstoles que, presididos por Jesús, participó en la cena de despedida, coincidiendo con la cena pascual que hacían todos los judíos. Aquella última cena de Jesús con sus discípulos contenía toda la densidad de una despedida para ir a la muerte, y todo el mensaje de la institución de un memorial, que quedará por siempre presente en la vida de los seguidores de Jesús: Haced esto en memoria mía, les dijo.

Durante la cena, Jesús lavó los pies a los apóstoles. Era una lección práctica y esencial para quienes después celebrarían o participarían de la Eucaristía. Fue el testamento de la caridad fraterna. Podemos entender perfectamente que en la mente de Jesús el amor y el servicio entre hermanos no es un añadido a la Eucaristía o una consecuencia moral de la misma, sino que forma parte esencial de la celebración. Con otras palabras: una Eucaristía sin apertura al hermano no sería de ninguna manera la Eucaristía que Jesús quiso.

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