lunes, 18 de abril de 2011

Martes Santo

Is 49, 1-6, Sal 70, Jn 13, 21-33. 36-38

“Ninguno de los comensales entendió a qué se refería.” El único que entiende la tristeza de Jesús en esos momentos es Judas, el traidor. El resto ignorantes de lo que ocurría. Por eso Jesús, aunque muy acompañado en esa cena, estaba solo.

Hoy en día muchos acompañamos al Señor en esa cena, pero a veces puede ocurrir que el Señor siga bastante solo, a pesar de tanta compañía. Jesús está solo cuando está en la compañía del traidor. Es el que asiste a la Eucaristía por compromiso. Durante toda la celebración está criticando a los que tienen alrededor, está deseando salir y volver a su vida de pecado.

“Y untando el pan se lo dio a Judas.” Domingo tras domingo come su propia condenación porque se acerca siempre a comulgar, pero sin poner más interés que cuando se come unos cacahuetes con una cerveza en la barra de un bar.

Aunque os resulte extraño y cueste creerlo, todavía hay gente que comulga sin confesar, es como pegarle una paliza a un amigo y luego presentarte en su casa y exigirle que te de comer y, por supuesto, sin pedir perdón, porque como es bueno ya sé que me perdona, segura que este amigo es bueno, pero tu eres un tirano. Ya lo dice el Señor, más le valdría no haber nacido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario